Áurea

Tres,
cinco,
ocho:
las curvas del caracol
hacen parecer a Fibonacci
una canción de cuna y amor;
las hojas buscando al sol,
como practicando Tai chi,
como disfrutando el calor.
En medio de preguntas que nadie se hace:
-¿cuántas liebres golpean el suelo al tiempo?
-¿trece? ¿veintiuno? ¿treinta y cuatro?…
su primer suspiro es un salto al mundo.
El girasol sigue dibujando amaneceres,
aún a media noche no se apaga.
Una espiral dorada,
es su paciencia ansiosa de luz.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario